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viernes, 15 de abril de 2011

El que soy

Emanciparme en mis ambiciones, independizarme de mis ídolos que han hecho huesos en mi subconsciente, cortar el cordón del ombligo de mis aficiones originarias. Vivir la utopía de la autonomía del espíritu con respecto a las influencias terrenas.  Sólo ser el que soy, siempre, por encima de lo que se presenta, y hacer con la fragilidad de mis determinaciones el polvo de la creación y la muerte.

lunes, 11 de abril de 2011

El Auditorio de un escritor

Escribir, en palabras de un reconocido escritor, parece ser un acto de cobardía. Escribimos cosas que no nos atrevemos a hacer, para decir cosas que no nos atrevemos a decir. Los escritores somos, esencialmente una especie temerosa. A reserva de los que escriben sus memorias.

Pero los que escriben sus memorias siempre le ponen su sal y su pimienta a sus relatos, de modo que escribir se convierte siempre en un acto de fantasía. Y es así, en la mentira, donde nacen nuevos mundos, donde se abren vidas paralelas, que parecen merecer ser contadas.

¿Qué sería del mundo sin quien que inventara historias que no se atreve a vivir, y sin quien que contara vivencias modificadas para saciar el apetito del espíritu de quien lee o escucha?

Pero muchas veces, quizá las más, escribir es un acto de confesión. En este confesionario los pecados y las virtudes cobran dimensiones completamente nuevas convirtiendo al confesor en un vouyerista-beatificador, en un espectador frente a un artista anónimo, creador, mártir y sonsacador. Bueno, algunas veces así me pasa a mi y por cosas como esa busco escribir.

Trascendencia, inmortalidad, encontrar el modo de dejar una huella en el paso fugaz de nuestra vida por el mundo parecen protocolo intencional del buen escritor. Podría parecer más honesto decir que está uno queriendo agarrarse con las uñas y los dientes de la cola de la vida, queriendo sacarle los ojos a la muerte para que no nos siga. Las letras podrían ser la estela de sangre, la prueba, el vestigio.

Pero sin duda uno cree que tiene cosas importantes qué decir, y también por esa vanidad escribe, y por esa convicción de salvador, y de la perdición del mundo, de la inmundicia de los otros, del error y la torpeza, como luciérnagas, guiándonos unos a otros con la luz de nuestros traseros.

Pero ¿qué puede uno decir, que sea verdaderamente importante? ¿Saciar el deseo de ser importante?

Quizá sería más útil escribir para esculpir con las palabras un espejo en dónde poder mirarnos y así conocernos. Pero también usar las palabras como el pincel para dibujar la mentira en dónde poder escondernos y con las cuáles vestir nuestra desnudez y provocar el nacimiento del morbo, el erotismo, el deseo.

¿Qué puede uno decir?¿Para qué buscar un auditorio y sacrificar dias y noches para conseguirlo?

Quizá solo debo seguir escarbando y enunciando mi verbo. Las personas están llenas de conocimientos, y contradictoriamente, de desconocimiento de sí mismas. Pero reclamarte que no te conozcas sobrecarga mi responsabilidad de conocerme a mí mismo. mmm... Seguiré enunciando mi verbo como los hilos que algún día le darán sentido al telar de mi espíritu.

¿Cómo asignarme un papel en el mundo? ¿Asignado por quién? Quizá consiga bastante logrando esbozar mi propio ser. Finalmente los seres auténticos son la joya más falsificada y por la que mejor se paga. Pero el oro puro y verdadero del ser sí mismo es más parecido a una pesadilla de lobos de la que pocos se atreven a buscar. Dejar de complacer las espectativas ajenas significa también dejar de recibir el favor social. Pero no parece haber otro camino para el encuentro verdadero con el sí mismo. También tememos al lobo que imaginamos de nosotros mismos.