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martes, 20 de septiembre de 2011

Me pongo como nena

(Sobre el artículo homónimo de Maite Azuela y la respuesta de parte de la sociedad progresista sobre el comercial de la conocida marca de chocolates)





Celebro la libertad de expresar su opinión, Mayte Azuela, y celebro su determinación para fijar una postura ante un hecho a su parecer injusto y discriminatorio. Finalmente de ese tipo de personas necesita un país para superar sus falencias. Permítame sin embargo emitir una opinión personal, sin una causa tan noble como la suya, pues no pretendo defender la justicia y menos aún a una empresa, pero sí para expresar mi descontento, como el de muchos más, sobre esta actitud que juzgo sobreprotectora de la equidad y la igualdad. Mis motivos son más vanos, pero me gustan los pretextos para expresarme y dialogar.


Pretender eliminar este tipo de tratamiento social (puesto que no son sólo algunos los que lo hacen, ni sólo hombres) sobre las mujeres y los estereotipos con que se les etiqueta humorísticamente implicaría también la intención -al menos- de eliminar los chistes machistas (por supuesto también los feministas) y en general el sentido del humor de las personas en uno de los terrenos que más les divierte y ameniza colectivamente. Es decir, este tipo de sentido del humor, proviene de algo más que una simple percepción sexista e inequitativa de la realidad. Hay, de todos sabido, una relación de poder entre los sexos, que a gran cantidad de personas, tanto hombre como mujeres, les resulta agradable en algún punto (mientras no sobrepase su propio límite de tolerancia, supongo) y que suscita este tipo de sentido del humor, pero que no se limita al sentido del humor, sino que se extiende a toda la forma en que las personas disfrutan su manera de relacionarse con el sexo opuesto (o mismo sexo, para no ser homofóbico ni lesbofóbico ni … ), que si bien muchos podrían considerarla primitiva e injusta, lo cierto es que existe y hace que las personas disfruten de sus relaciones afectivo/sexuales.


Cuando usted sugiere que se debería realizar “otro tipo de publicidad acorde con las aspiraciones de una sociedad incluyente”, me parece francamente válido que exista esta perspectiva que usted expresa, es decir, impulsar un tipo de publicidad que corresponda a las aspiraciones de la sociedad. Por supuesto, tampoco podemos generalizar y decir que las aspiraciones de una sociedad incluyen a todos sus miembros, pues siempre habrá quienes no estén de acuerdo con ese tipo de aspiraciones, con posturas igualmente válidas (por fortuna, espero, no sean la mayoría) Las aspiraciones de una sociedad democrática no pueden imponerse a todos sus individuos por decreto, sino racionalmente, y es esa la manera en que buscamos usted y yo expresarnos. Estoy de acuerdo con usted en que el Estado debe vigilar y sancionar actitudes y mensajes que generen violencia (y por qué no, también, degeneración) Los criterios para decidir cuáles lo hacen y cuáles no, es lo complicado y en dónde nadie debe ser intransigente, porque se puede incurrir en la injusticia opuesta, de censurar y aplastar a quienes no piensen como yo. Es preciso, pues, tener una actitud más mesurada en temas polémicos y criterio amplio, pues de lo contrario, puede resultar peor el remedio que la enfermedad.


En la opinión de este servidor, reírse, o incluso francamente burlarse (mientras no sea contra alguien particular) de los rasgos estereotípicamente femeninos, enlistar sus debilidades (estereotípicas) no excluye todas sus virtudes (también estereotípicas). Enunciar los defectos de alguien no cancela sus virtudes. Aunque decir que las mujeres son fuertes es también una pretención estereotípica como decir que son débiles o torpes como en el comercial. El deber de tratar a cada persona, mujer, hombre o género diverso, de manera justa, no cancela la posibilidad de generalizar para reír. Así es el sentido del humor. El límite que separa la risa colectiva de la ofensa no está en el decir o no decir cosas sexistas, sino en la intención explícita de agredir y/o la agresión objetiva que siente el ofendido. Ambos sexos tratan de dominar al otro en un juego que muchas veces es más productivo que nocivo. Es justo defender a los grupos vulnerables, aunque ponerlo en estos términos parece estereotípico y discriminador también, pues hablar de grupos vulnerables es hablar de debilidad, y entonces ya volvimos a decir que las mujeres son débiles. Burlarse de la debilidad (estereotípia) de las mujeres en un entorno sensible puede ser un crimen. En un entorno irrelevante, puede ser cómico, lo mismo que burlarse de la impotencia masculina o la incapacidad de ser multi-task.


Por lo demás, no está de sobra traer a colación lo que dice mi hermana sobre ese comercial: ahí no dijo te pones como ‘mujer’. Entiéndase que la ‘nena’ es un tipo de mujer que podríamos decir que es pueril, débil, torpe, berrinchuda, caprichosa, llorona, manipuladora, es decir, por extensión, una mujer aniñada, pero no es todas las mujeres.


Finalmente todo se resuelve comiéndose un…

Un afectuoso saludo

Artículo original de Maite Azuela disponible en
http://www.lasillarota.com/index.php?option=com_k2&view=item&id=21295:me-pongo-como-nena&Itemid=44


Me pongo como nena
Por Maite Azuela


Afortunadamente no veo mucho la tele. La primera vez que vi el comercial de chocolates que se refería con total desprecio a las mujeres embarazadas, fue en la presentación de la asociación civil “La Cabaretiza” en la que las reinas chulas lanzaban una campaña contra la publicidad misógina tan vasta en nuestro país.



Exhibieron anuncios de shampoo, artículos de limpieza, autos, pero sin duda el que más me irritó fue aquel de los chocolates. Me limité a lamentar la reducida imaginación de los publicistas y a pensar en la artista/cantante que se prestó a jugar el juego de la noviecita de la que se mofa el resto, por la única razón de ser mujer.


Esperar que los vendedores sean sensibles a las repercusiones culturales que tienen sus campañas publicitarias en general es un acto de ingenuidad. La pregunta es ¿A quién le corresponde orientarlos?, ¿Es responsabilidad del estado vigilar que no se refuercen los patrones de discriminación?, ¿Tiene el gobierno alguna facultad para advertir a los privados que en el uso de espacios mediáticos garanticen en sus mensajes un trato social igualitario? Definitivamente si.


El Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y el Consejo Nacional de prevención contra la Discriminación (Conapred) después de haber recibido quejas ciudadanas por la campaña discriminatoria de los chocolates snickers, realizaron los correspondientes procedimientos. Posteriormente se pronunciaron en diferentes medios de comunicación reprobando el contenido de la campaña por promover homofobia y misoginia mediante la desvalorización de las mujeres. Ricardo Bucio manifiestó su preocupación por la persistencia de mensajes homofóbicos, sexistas y misóginos en los medios de comunicación como parte de la estrategia de venta, e insistió en que recurrir a la violencia, prejuicios y estimaciones negativas hacia las mujeres y lo femenino, arraigan la desigualdad entre los géneros.


El Conapred notificó a la empresa “Effem México Inc. y Compañía”, S. en N.C. de C.V. sobre la queja y se le invitó a participar en el procedimiento conciliatorio, además de que se le solicitó rindiera un informe sobre su campaña. El 11 de julio de 2011, la empresa respondió que su campaña publicitaria había sido sujeta a pruebas aplicadas a diversos grupos de personas que forman parte del público consumidor mexicano (incluyendo mujeres), quienes no arrojaron riesgos discriminatorios de ningún tipo; además, la citada campaña se aplicó a nivel nacional ya que tuvo buenos resultados a nivel global (en otros 15 países), por lo que consideraban que la citada campaña publicitaria no ha causado impactos discriminatorios considerables de ningún tipo para el público consumidor tanto en México como en los demás países donde se ejecutó la misma. Finalmente, se negaron a participar en el procedimiento conciliatorio y no entregaron la información solicitada.


Podríamos pasar este tipo de campañas desapercibidas, como sucedía hace algunos años, incluso podríamos esperar a que las instituciones que velan por la equidad de género y previenen la discriminación se mantuvieran al margen de esto. Sin embargo debemos celebrar su pronunciamiento público alertando las consecuencias sobre el comportamiento social discriminatorio que estas campañas reivindican.


Es lamentable que muchos mercadólogos mexicanos no se permiten salir de la caja diminuta que reproduce conductas de división social y que promueve el desprecio por las mujeres, las personas con discapacidad, la diversidad sexual y todo aquello que siguen sin saber acomodar en sus acartonados guiones. Para vender y venderse recurren a la imitación de estereotipos, frases sexistas, roles con connotaciones despectivas. Confunden diversión con aversión y buen humor con representación burlesca de estereotipos excluyentes.


A diferencia de la empresa Effem México INC y Compañía, que percibe lo femenino como débil y estorboso, yo lo percibo como fuerte y emprendedor. Así que me pongo como nena porque resulta frustrante que las facultades de organismos como el Conapred y el Inmujeres estén limitadas a pronunciarse y recomendar a los responsables de cometer actos de discriminación, sin posibilidad de aplicarles sanción alguna. Me pongo como nena porque creo que las empresas que no pueden imaginar otro tipo de publicidad acorde con las aspiraciones de una sociedad incluyente, tendrían que cuando menos cancelar su publicidad en medios y de ser posible asumir alguna multa en castigo por su irresponsable promoción de la discriminación.


Me pongo como nena porque hasta hoy seguimos tolerando la exclusión social y repitiendo patrones misóginos y sexistas, sin asumir la violencia que con esto se desata.

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