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domingo, 14 de agosto de 2011

SIN TÍTULO

-Soy filósofo para ser lo que soy, ¿ser humano?, ¿persona?, ¿ángel caído?, ¿animal pensante?... ¡Yo! ¿Igual o diferente de los otros? No sé, parecemos iguales, pero las apariencias engañan, a veces también parecemos muy diferentes… - le decía mientras ella encendía su blackberry para ver dónde andaba su novio, quizá andaría en su casa, quizá no andaría con otra. Estaba tan segura que no. El humo del cigarro entraba intensamente hasta mis pulmones mientras la miraba levantarse de la cama luciendo su carne desnuda y su pelo revuelto. La desnudez muestra la no belleza, la ausencia de lo bello del ser humano, como si al quitar la última prenda del cuerpo de nuestro objeto de deseo, se fuera con ella la última “a” de la palabra belleza, a no ser porque al quitar la última prenda la vista ha sido ya sustituida por el tacto, el olfato, el gusto. A no ser porque cuando a la mujer la miramos desnuda después de la pasión, la belleza queda en los recuerdos antes del orgasmo y el aroma a pecado que impregna las sábanas cuando se levanta al baño o para vestirse apresurada. En la conciencia de lo hecho. A no ser porque los labios saben a humedad y la carne fresca y suave despierta apetitos y tentaciones, y el aroma, de los perfumes -y más del cuerpo natural- invocan la exaltación de las entrañas, las vísceras, la líbido, el lobo hambriento. A no ser por esa mirada, mortal, celestial o demoniaca con que me invitaba a seguir transgrediendo, su cuerpo sería sólo un cuerpo, como todos los cuerpos. –pero, ser tú mismo, lo que sea que eres, ¿no suena bastante peligroso?- me dijo, mientras picaba con sus dedos el teclado para mandarle un mensaje a su mejor amiga -a veces uno corre serios peligros por ser lo que no es, también por ser lo que se es-. -Me confundes, no podemos ser lo que somos así sin más, todos somos una bola de influencia de los demás- Aún mis genitales acusaban la fricción de su sexo, aún sentía su humedad al tocar mi pubis mientras me daba otra bocanada de cigarro. ¿Cómo podía pensar que en la desnudez no había belleza, si ella me despertaba esos apetitos? Pero los apetitos no venían de mirarla, casi venían más del pensarla, de imaginar todo aquello que solíamos hacer encerrados. La relación entre belleza y apetito se enredaba y difuminaba como el humo de mi cigarro. -Es bello saciar la ansiedad de mi cuerpo en su cuerpo- pensé, –¡pues debería ser más congruente!, un verdadero filósofo debe serlo- me replicaba a mí mismo, -no puedes tener un nombre en el mundo, con tanta incongruencia- mientras recordaba que los grandes nombres han quedado en el pasado. Ahora parece imponerse el conocimiento científico exprés y totalmente anónimo. Ya no se sabe quién dijo qué, wikipedia, google, foros de opinión, canales de noticias, blogs, lo dicen todo, ya no importan los autores, las ideas han sido expropiadas por el “anonimato culto” de la red. Los grandes sistemas, los grandes pensamientos son piezas de museo, puesto que se han impuesto las necesidades mundanas cada vez más simples en un mundo virtual. Las personas buscan su libertad y la encuentran en la red, cualquier pisca adicional de inquietud se elimina como toxina en el sauna, en el gimnasio, y con una cámara fotográfica para presumir en la red la belleza adquirida. -¿Entonces tú crees que deberíamos asumir positivamente la influencia que los demás, la sociedad, la cultura, los medios nos ejercen, y reafirmar que somos ese mosaico de influencias?-¡Pues sí!, bueno, no sé, algo así, ¿no? ¿O cómo pretendes resolver el problema, si finalmente si te quitas una máscara, te quedará siempre otra. Yo no veo cómo podría desprenderme de todo lo que no soy originalmente-, -quizá no se trata de eso -contesté-, pero uno escucha tantas voces que nos dicen qué hacer, qué decir y qué pensar, normalmente contradictorias entre sí, que pienso que uno ha de tener una voz propia, eso que algunos llaman una voz interior, y es esa voz la que muchos no son capaces de escuchar–. Se colocaba el sostén que levantaba la carne de sus senos y los juntaba prepotentemente con sus manos -¿Y es esa voz interior la que te ha dicho que vengas a mí y me hagas el amor así, cuando es algo tan prohibido?- provocando una nueva erección entre mis piernas y el remolino de emociones dentro de mi pecho.

2 comentarios:

  1. "...cuando a la mujer la miramos desnuda después de la pasión, la belleza queda en los recuerdos antes del orgasmo"

    Excelente aforismo.

    Saludos.

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  2. Es interesante y es una buena historia. Si te puedo dar mi opinión, cuida el formato, la estética. Un abrazo.

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