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domingo, 28 de agosto de 2011

Efrén

-Olvidar… regresar el tiempo, borrar de mi espalda el dolor de todos estos años y la frustración de mis fracasos. Volver a traer a mi mente la tranquilidad y la alegría de los 20 años, o de los 15. Eso sería bello, olvidar… Olvidar que te conocí… volver a tener frescura en el corazón-


El agua estaba limpia, cristalina, con ese sabor mineral y fresco que hace glorioso un momento de sed terrible. Afuera el sol estaba implacable, caía como cenizas de volcán sobre las pieles, pero aún con todo, el día estaba hermoso, había una fuerte humedad en el aire, pero olía a vegetación y la vista era toda verde. Cuando hace calor, el cuerpo se pone perezoso y sólo quiere refugiarse a la sombra en una hamaca o en un sofá, pero también la sangre corre lasciva por todo el cuerpo y los apetitos carnales se despiertan con facilidad. Entre las piernas se agita una sorprendente vida, mientras el resto del cuerpo quiere refugiarse. O eso aparenta. Quizá el cuerpo perezoso es un embustero que aguarda como serpiente una víctima mientras afila los colmillos de la entrepierna.

De pronto llueve, día loco, pero la lluvia ligera desprende vapores del suelo terregoso, que llegan al olfato como el agua limpia del jarrón de barro a la boca.

-Tengo sed, sed de tus labios, de tus sonrisas, de tus brazos, una sed que se ha hecho añeja y dolorosa, como el dolor de la piel seca de una momia, pero cuando logro olvidar se vuelve nueva, y luego vuelve a ser una sed terrible… pero el agua de tus labios nunca existirá.

Tumbarme sobre el pasto bajo la lluvia con la boca abierta tal vez me reconforte, tal vez la música de la lluvia me hable de ti y sus vapores se metan a mis pulmones para alimentar este corazón seco-

-Es una fantasía- le dijo su amiga Sofía, el agua es agua y el amor es cuerpo. -Quizá te has inventado todo eso para sublimar tu existencia ante ti mismo. El romanticismo murió por propia mano. Desde su nacimiento llevaba el puñal en la mano para cometer el suicidio trágico… Pero ya pasó su época, la gente ya no cree en eso, la ciencia ha expuesto cómo el amor no trasciende la carne y su química neuronal, incluso los actos que por amor exponen tu propia integridad son actos trastornados. Estás hecho para salvaguardarte a ti mismo. ¿Porqué te empeñas en la tristeza?-.

Parecía querer leer su mente, más bien, estaba segura que la leía, o quizá, más aún, que conocía su contenido sin hacerse consciente que no la podía leer. Las personas asumen certezas sobre lo que los demás piensan y sienten, y en la mayoría de los casos están bastante lejos, si bien haya algunas semejanzas.

A Efrén le molestaba tanto que quisiera leer su mente y encima le reprendiera con tanta seguridad, cómo si pudiera entender la mitad de lo que siente con sólo mirar sus ojos tristes y la otra mitad con las tres primeras palabras que pronunciaba.

-¡Estos malditos científicos modernos!- pensó – el día que me inventen una pastilla para curar el dolor de mi corazón, seguro se las escupiré en la cara. Quizá Sofía tenga algo de razón, me empeño en la tristeza, es decir es cuestión de voluntad, pero a veces no se quiere dejar de querer… o no se puede. Algunas veces, hay algo en el corazón que no le da permiso a la voluntad de renunciar. Pero sería lo mejor. Renunciar y poder olvidar-

La lluvia paró, pero dejó la humedad sobre las plantas y la tierra, para recordar que volvería, igual que cada de vez en cuando vuelven las lágrimas a los ojos, la sed a los labios y el dolor al corazón. Todos los años. Igual que la lascivia tal vez vuelva también a la sangre, a poner trémula la carne.

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