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miércoles, 17 de agosto de 2011

¡EXPULSACIÓN!


-¡Sácale la ‘roja’, hijo de puta!- Gritó la chica de grandes ojos azules, levantándose de un salto y arrojando las palomitas sobre el hombre calvo de la butaca de abajo, mientras el balón zumbaba a 10 centímetros del poste derecho, casi dejando ver cómo se partía el aire a su alrededor a 110 km/h sin dar un solo giro -¡Mierda!, ¡’viera sido un pinche golazo… y aún así alcanzó a sacar el disparo!-  


Se escuchó el silbato del ‘colegiado’ contrayendo espontáneamente con su decisión la ira de la espectacular morocha que ya limpiaba discretamente de su boca la saliva que había salpicado con tremendo grito. Había pitado ‘penal’ entrando al área grande. El calvo apenas percatándose que la chica de la blusa ajustada que marcaba sus grandes senos le había manchado de salsa y palomitas, ante el espectáculo que encontraron sus ojos al voltear prefirió secundar tardíamente la petición de expulsión. -¡Era el último hombre, árbitro!, ¡era roja!- Su compañero de junto enfundado también en su playera del Guadalajara le preguntó con esa discreción tan rudimentaria de los hombres –¡Oye, wey!, es la vieja del Zepeda, ¿no?-  

Y cómo no iba a tener ese forrazo de mujer el Zepeda, si era un tipazo, moreno, con mucho porte, que se le notaba cada que tocaba el balón, recuperando con una barrida exacta o dando un pase largo con gran estilo y precisión. Todas las chicas lo adoraban, además estaba en la selección y eso era siempre un gran plus. A las chicas les gustan los hombres guapos, bien formados, con esas piernas tan duras de futbolista, se imaginan cosas, y si además están en la verde… bueno, a veces la fama de los de la verde es tan importante para las mujeres, que se vuelve un bien autónomo y suele escindirse del futbolista para convertirse en el objeto mismo del deseo, prescindiendo del que la hizo. Aunque… el dinero no tan fácilmente se emancipa del futbolista… pero ya estando arriba las viejas se mueven de famoso en famoso y de millonetas en millonetas. -Una como esas, compadre… aunque luego te cambian por otro- espetó a su compañero el calvo prematuro, un tanto desilusionado por su reflexión y con sus sueños aún no caducos de ser futbolista profesional y alcanzar ese éxito con las mujeres, y quién, por cierto, también tenía sus encantos, pero difíciles de apreciar desde la butaca de arriba, -¡pero mientras te votan por otro pura gozadera, compadre!- gritó el otro emocionado autoamordazándose con el puño para no ser escuchado y quien tenía claramente una educación inferior.  

Por eso todos en el país querían ser futbolistas, y más desde que México se convirtió en potencia y nuestros chavales andaban en las Europas, ganando millones, fama mundial y las mejores chamacas del planeta. Las especulaciones e ilusiones brincaban por las cabezas de la gente como los granos de maíz al explotar en el horno acerca de la morocha ya muy conocida y las mujeres hermosas que solían acompañar ¡sepa Dios hasta qué rincones! a los jugadores mejor pagados, más famosos y/o más talentosos. Y en esas estaban el calvo y su compañero cavilando sobre la morocha, pero no repararon en que el penal no había sido sobre Zepeda, sino sobre ese jugador tan gallardo y serio, que era el capitán del equipo y que a sus 25 años aún no había sido llevado nunca a la selección. Zepeda se acerco a ver cómo se encontraba el ‘Benja’ que seguía tirado y retorciéndose y se encaró enfurecido con el ‘colegiado’, ganándose una ‘amarilla’. La morocha estaba preocupada y de vez en vez se jalaba el pantalón que se le bajaba y que de tan ajustado que estaba, cada que lo jalaba en su angustia provocaba que lo espectacular se volviera delirante para los que estaban sentados atrás de ella. Es verdad que era vanidosa y le gustaba lucir provocativa, pero en su cabeza esas motivaciones estaban relegadas por la ilusión de ver ganar al equipo y apachurradas por la angustia de ver al ‘Benja’ que no se levantaba. Él no era de esos que fingían faltas o hacían tiempo, le gustaba el juego limpio y leal y su ambición era tan grande que no daba balón por perdido. Tantas veces había recuperado balones inútiles y creado jugadas para recordar coronadas con gol. 

El estadio completo había gritado enfurecido por la falta y lamentado lo que hubiera sido un gol espectacular, pero poco a poco en algunos caía también la preocupación, sólo faltaban 20 minutos y si el ‘Benja’ salía lesionado iba a ser muy difícil empatar. La angustia era sofocante en todo el estadio, pero más en el corazón de la morocha en dónde se mezclaba esa pasión tan fabulosa por el Guadalajara, el eterno ‘Campeonísimo’, con ese deseo secreto y prohibido, difícil de distinguir del amor, que la hacía divagar entre humedades todas las noches. La inteligencia y creatividad del ‘Benja’ lo hacían imprescindible para el esquema de todos los técnicos que habían pasado por el banquillo. Lástima que se lesionara con tanta frecuencia. Todos estaban seguros que si no fuera por eso, él sería el auténtico líder de la selección y un crack histórico mundial. La morocha lo sabía y soñaba junto con él, deseándole toda la gloria que merecía. En medio de sus redondos y frondosos senos, sobre su piel tan tersa lucía una medalla de oro que Zepeda le había cuestionado meses atrás de dónde había salido. Ella sólo la sujetaba con fuerza mientras esperaba que el ‘Benja’ se levantara. El estadio entero gritaba, brincaba y cantaba acomodando en las estrofas el apócope de Benjamín Orozco, quién por fin se levantó adolorido, pero con su mirada sarcástica. Era difícil de comprender el ‘Benja’, pero al verlo sus compañeros sonrieron, lo palmearon y echaron a correr a sus posiciones, decididos a seguir gozando del partido, tenían un penal a favor y aún 18 minutos para empatarle al América, su eterno perseguidor, y alcanzar por lo menos la prórroga para coronarse una vez más como campeón del fútbol mexicano.

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